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CHRISTOPHER ROBIN Y EL TRABAJO EFELANTIASICO


Ray Diego Arturo Chipana León

Bachiller de Derecho por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Asistente de cátedra de Trabajo Social de la Facultad de Ciencias Sociales en la misma casa de estudios. Miembro honorario del Círculo de Estudios Laborales y de la Seguridad Social - CELSS.



En el presente artículo se abordará la película familiar “Christopher Robin: un reencuentro inolvidable” poniendo el rol del trabajo como punto angular de la trama. En efecto, veremos cómo la transición de Christopher Robin hacia su etapa adulta ha sido marcada por una concepción del trabajo que este ha ido afianzando y modificando a lo largo de su vida, por el tipo de formación al término de su niñez, su actividad militar y posterior vida laboral. Para ello, el presente se divide en secciones que se ha podido identificar a lo largo de la película emulando el formato de capítulos que sigue la serie animada y película de Winnie Pooh.


En el que presentamos la introducción de la historia:


La película, ambientada en la Inglaterra de los 40’, inicia con el final de la niñez del protagonista Christopher Robin, con una promesa de no olvidar a sus buenos amigos del Bosque de los Cien Acres, dado que por decisión de sus padres se irá a un internado para terminar su formación escolar.


Durante mucho tiempo, en sendas películas de Winnie Pooh, observamos cómo el niño Christopher Robin se caracterizaba por su desprendimiento, creatividad, tolerancia y solidaridad. Todo esto cambia cuando es llevado al internado y recibe una formación rígida que se encarga de suprimir su desarrollo creativo, a lo que se suma la noticia del fallecimiento de su padre, momento en que se le adjudica el título de ser “el hombre de la casa”. Desde ese momento Christopher Robin inicia su proceso de “transformación” y posterior encarnación del homo economicus, a quien se le arrebata el trabajo, y la naturaleza creadora para sí, para empezarle a dar uso en base a la satisfacción de un tercero.


Antes de llegar a ocupar un puesto de trabajo, el joven Christopher Robin sirvió en el ejército inglés durante la Segunda Guerra Mundial, dejando entonces a su esposa Evelyn con meses de gestación. De ella se conoce poco pero se evidencia que es una arquitecta en quien recae tanto el trabajo doméstico como la vida laboral. Ella empieza a trabajar, según lo descrito en la cinta, una vez que Christopher parte de la casa al llamado castrense, encargándose en exclusividad de la formación de su hija: la pequeña Madeline.


En el que el adulto Christopher Robin vive la enajenación del trabajo:


Al regreso de su expedición con el ejército, donde resultó herido, Christopher Robin busca un empleo. Tal parece que del ejército no recibió mayor reconocimiento que el pasaje de regreso a casa, y por medio de un periódico llega a conseguir un puesto de gerente de eficiencia en Empresas Winslow, un cargo de confianza no sujeto a fiscalización. A todo esto, Empresas Winslow es un grupo empresarial del cual nuestro personaje ocupará un puesto de trabajo en el rubro de producción de maletas y equipajes.


Una vez en el puesto, el adulto Christopher Robin pasó a ser una persona que solo pensaba en su trabajo y en el rendimiento de este. Vivió en sí mismo la “cultura del sacrificio” en beneficio exclusivo de la empresa, a tal extremo que el tiempo libre tampoco era suyo. Él vive para el trabajo, pero para el trabajo enajenado; cada vez que le preguntan sobre su fin de semana, él responde con asuntos laborales, o cómo podría mejorar la producción.


Es así que Christopher Robin, otrora personaje feliz y transformador de su realidad, se convirtió en su antítesis por el yugo del trabajo enajenado y la vida adulta. Es Evelyn, su esposa, quien presenta el primer diálogo que evidencia su enajenación cuando cuestiona si a él le gusta su trabajo, ya que solo vive de proyecciones a futuro:


“Christopher Robin: Si trabajo duro ahora, en el futuro nuestra vida va a ser…

Evelyn: ¿Cómo va a ser? ¿Mejor? ¿Peor? Solo te queremos a ti. Esta es tu vida, Christopher. Estos días son tu vida. Tu vida está pasando ahora. Justo frente a ti. (…) Hace años que no te veo reír. Quiero ver que te rías a veces. Diviértete.”


Bajo una lectura teológica del personaje, Christopher es un esclavo, dado que no puede ser un hombre liberado si su trabajo no es libre. Desde una crítica teológica del trabajo, se rechaza el trabajo en servidumbre. El padre Gustavo Gutiérrez hace un símil en su Teología de la Liberación sobre el rol del trabajo en la liberación de Egipto por parte de Moisés, a razón de lo siguiente(1):


“El ser humano es el resumen y el centro de la obra creadora, y está llamado a prolongarla por medio del trabajo (cf. Gén. 1, 28) (…) Trabajando, transformando el mundo, rompiendo con una situación de servidumbre, construyendo una sociedad justa, asumiendo su destino en la historia, hombres y mujeres se forjan a sí mismos. En Egipto, el trabajo se halla alienado, y lejos de edificar una sociedad justa, contribuye, más bien, a acrecentar la injusticia, a hacer mayor la distancia entre explotadores y explotados.

Dominar la tierra como lo prescribe el Génesis, prolongar la creación, no tiene valor si no es hecho en favor del ser humano. Si no está al servicio de su liberación, solidariamente con todos en la historia. A eso responde la iniciativa liberadora de Yahvé al suscitar la vocación de Moisés” 


Pero podemos apreciar que el trabajo alienado no solo le ha quitado el carácter transformador y la libertad a nuestro personaje de infancia, sino también le ha robado la felicidad. Quienes hemos visto algún capítulo de Winnie Pooh, recordamos la niñez de Christopher Robin con gran capacidad creadora, transformando su realidad en función de sus necesidades, desprendiéndose de deseos internos por ayudar a sus amigos, incluso asumiendo riesgos por ellos. Muy por el contrario, el Christopher Robin adulto sufre una metamorfosis kafkiana, todo lo que hace debe ser calculado, productivo, sacrificar hoy para ganar mañana (algo propio de la cultura de occidente), no puede haber espacio para el ocio porque “nada lleva a nada”, que son las palabras inculcadas por su jefe para que trabaje más horas de las necesarias. Estas ideas sustantivadas son las que, a su vez, quiere instaurar en la conciencia de su única hija con la oposición constante de su esposa.
Christopher Robin se convirtió, en términos cristianos, en un rico de espíritu; alguien al que se le cerrará las puertas del paraíso inminentemente y no será un bienaventurado. Hay varios autores que han desarrollado el término de pobreza espiritual, término usado en la cultura cristiana propia de oriente, uno de ellos fue el padre Gustavo Gutiérrez quien lo define del siguiente modo:


“(La pobreza espiritual) con frecuencia, es vista como una simple actitud interior de desprendimiento frente a los bienes de este mundo. El pobre sería, entonces, no tanto el que no posee bienes materiales, sino más bien aquel que – aunque los posea- no está apegado a ellos.” (p. 412)



Es decir, los ricos son aquellos que encuentran su razón de ser en la materialidad y en la necesidad de adquirir mucho más de lo que tiene, en eso se basa su vida; en cambio un pobre de espíritu, a pesar de que puede llegar a tener bienes materiales, es desprendido de ellos. De hecho, la famosa frase de que “es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja a que un rico entre al reino de los cielos” hace referencia no a un rico en términos materiales o dinerarios, sino a los ricos de espíritus, y no a un reino ubicado geográficamente en alguna parte sino al estado de plenitud espiritual. En muchas escenas de la película vemos a Christopher Robin sacrificarse y desprenderse de su lado humano por vivir en base a metas y a sus ambiciones a futuro, lo que le hace soportar el tener un trabajo que lo consume.


Aquí, estimado lector, nos vemos obligados a hacer un paréntesis obligatorio para entender la crítica que hacemos del personaje por “vivir en base a metas”.


En el que al lector le presentamos al desapego como estilo de vida budista


Proponerse metas no es lo que está errado -ni en nuestro personaje, ni en nosotros-, incluso tenerlas es un hábito sano para el desarrollo personal. Lo que hace negativo este aspecto es el generar apego hacia ellas, hacia los resultados de estas (y en general a todo: a la familia, la pareja, los amigos, el trabajo, los estudios). Siddartha Gautama, el Buda, ya mencionaba que una de las vías para alcanzar la tranquilidad espiritual, bienestar y felicidad se encontraba en el desapego; es decir, en la medida en que nuestra estabilidad espiritual dependa de un resultado esperado, somos menos estables espiritualmente. Es así que el Buda profesaba que el apego, uno de los 03 venenos para el espíritu, solo trae sufrimiento; que es a su vez una de las cuatro nobles verdades.


Imagine el lector que tiene un clásico mapa, con promesa de tesoro, con un   aspa al final de un largo camino. La reacción común es añorar tener ya en nuestras manos ese cofre lleno de riquezas. Pero resulta que llegando al punto prometido no se encuentra absolutamente nada; ante esto se podrá experimentar frustración, cólera, amargura, decepción, el ego se apodera de nosotros, porque creemos que ese tiempo de búsqueda fue en vano y se pudo haber aprovechado mejor (no es otra cosa que darle un sentido productivo a nuestro tiempo, en términos occidentales). Esto se experimenta cuando se ha generado un apego por la promesa de tesoro; sin embargo, para alguien que vive en desapego, no significa frustración alguna, dado que ese tiempo no es para nada uno perdido. Muy por el contrario, en el tiempo de búsqueda, él contempló y disfrutó de cada lugar visitado en el transcurso, se alegra por cada experiencia nueva en medio de la búsqueda, hace las paradas necesarias para terminar de aprender algo nuevo en el camino, etc(2).


Es decir, en nuestro propósito por obtener un resultado solemos sacralizar el mismo, y vivimos en función a una proyección de la que no tenemos certeza. Si no lo alcanzamos, o si esta no es como nos la esperábamos, nos sentimos inconformes con nosotros mismos, experimentamos sufrimiento (dukkha), y en este camino muchas veces hemos obviado las bondades de la vida.


Todas estas situaciones que pesan sobre Christopher Robin lo hacen incapaz de amar, como veremos más adelante.

 

En el que Christopher Robin identifica a su familia como obstáculo para el trabajo


Pero como dijimos, el trabajo ya no es usado para la realización de su persona. Más allá de tomar conciencia de este fenómeno en el que despersonaliza su ser transformador, el personaje lo asume, lo interioriza, y lo vuelve un estilo de vida.


Entonces todo lo creado por él debe ser ajeno, y su vida se reduce en base a lo productivo que es para el trabajo, ya que manteniendo esta relación seguirá ocupando el puesto de trabajo, no importa a qué costo, pero debe conservarlo para obtener a futuro las metas que mejorarán sus condiciones de vida a las cuáles ha generado apego.


Estos conflictos laborales con los que carga el personaje no solo le generan un desgaste físico y emocional, sino también perjudica su relación familiar. 


La relación que tiene con su hija, incluso, se sostiene en la medida en que ella resalta las cosas eficientes y productivas que realiza para poder generar aceptación del padre, dejando lo creativo y lo no productivo en un segundo plano, casi en la intimidad, oculto de él. Ella llega a reclamar el ausentismo del padre por motivos de trabajo, y que “no lo ve nunca”. A pesar de que Christopher tiene una familia nuclear, el trabajo parece hacerle tomar un rol de padre ausente. Efectivamente, la rutina y la carga laboral hacen que no sea partícipe de los juegos de infancia de su hija, que no tenga conversaciones más allá de lo superficial con su esposa, que no haya momentos de calidad como familia, le ha quitado la sonrisa del rostro.


La alienación de Christopher le hace creer que él solo existe en tanto es productivo para su trabajo, dejando de lado su persona, su lado humano. Christopher, por su parte, en su fase adulta rechaza todo lo que le hace rememorar su faceta anterior, desde corregir palabras que las evoca el subconsciente (cuando ve las “brellotas” de Piglet e inmediatamente corrige su nombre a bellotas) hasta menospreciar las actividades no productivas. 


Es incapaz de amar una persona que solo se preocupa por sí y lo desea todo para sí misma. Tampoco habría que confundir ello con amor propio, puesto que una persona incapaz de amar al prójimo tampoco experimenta amor hacia sí. Fromm resume perfectamente a nuestro personaje en el siguiente concepto(3):

“El individuo egoísta no se ama demasiado, sino muy poco; en realidad, se odia. Tal falta de cariño y cuidado por sí mismo, que no es sino la expresión de su falta de productividad, lo deja vacío y frustrado. Se siente necesariamente infeliz y ansiosamente preocupado por arrancar a la vida las satisfacciones que él se impide obtener. Parece preocuparse demasiado por sí mismo, pero, en realidad, sólo realiza un fracasado intento de disimular y compensar su incapacidad de cuidar su verdadero ser.”


Cabe acotar que cuando Fromm habla de productividad, no se refiere a ser productivo respecto al trabajo enajenado, sino a la producción para sí. Al trabajo que realizamos para transformarnos a nosotros, para hacernos a nosotros. Olvidamos que nosotros podemos crear y poner nuestro trabajo también en función nuestra y solo disponemos nuestra fuente de energía a disposición de otro. En esa medida, tomamos el rol de eslabón de producción y mantenemos nuestro ritmo de vida en base a ese rol que lo creemos “natural”, tanto así que Christopher Robin no ve a su hija como un ser autónomo a él, ni con aspiraciones personales, ve a su hija como una proyección de su propio yo.


De hecho, esto pasa muy a menudo. Muchos padres miran en sus hijos una proyección a su propio ego y una continuidad de su vida, y los hacen vivir en función de sus aspiraciones personales. Esa es la relación padre-hija en la película. Esta relación, con sus taras y desequilibrios, se desarrolla de esta forma hasta que Winnie Pooh, el oso bobito, salva a Christopher Robin y lo ayuda a recordar su antiguo significado de la vida.


Podemos decir que Winnie Pooh no solo reconcilia a Christopher Robin con su familia, o lo devuelve a ella, sino también que lo reconcilia con su vida. No logran romper con el trabajo enajenado, pero sí logra que nuestro personaje reordene su vida: que reordene su trabajo(4), a fin de cuentas.  


En el que se presentan los conflictos laborales experimentado por Christopher Robin


Hasta este momento, tenemos claro que Christopher Robin es un exsoldado que no es libre, que desarrolla un apego a una futura mejor condición de vida (en sacrificio de su vida actual), tiene un trabajo totalmente enajenado, e incluso está obligado a mantener este tipo de trabajo que lo aleja de su propia familia, porque vive en un país que está saliendo de la Segunda Guerra Mundial. El desempleo es lo peor que le pudiera pasar.


Dos personajes presentes a lo largo de toda la película son los temibles Efelantes y las Huartas, que constantemente acechan a Christopher Robin. En la película se ve cómo, después de haber pasado por tanto, su jefe inmediato, personaje además clasista y misógino, menosprecia su trabajo, habiéndose querido quedar con el crédito en un primer lugar. Christopher Robin define a su jefe como una Huartas y se lo explica de este modo:


“- Una huarta es un escurridizo monstruo que hace que los demás hagan su trabajo por él y espera que olvidemos lo importante en nuestras vidas: nuestras familias, nuestros amigos, las personas, las personas que nos aman, las que amamos también”(5).


Como sabemos, los antagonistas que siempre acompañan a Christopher Robin y sus amigos, son las Huartas y Efelantes, siempre han sido presentados como monstruos que se acaban la miel de los demás. Sin embargo, en la película, cuando Christopher Robin entra con Pooh al bosque de los Cien Acres, le dan la característica adicional: la de ser seres con la capacidad de robar la felicidad a otros.


En la película, identificamos que la huarta aparece representada por el empleador de Christopher, además de calificarlo como tal en su delante, ya se lo había presentado a Pooh previamente, al mencionarle que si no tiene sus documentos completos, “una huarta lo va a comer vivo”. El efelante, entendemos de una manera tácita, es el trabajo enajenado y el estrés laboral que ha absorbido al personaje. Esta metáfora se puede apreciar cuando Christopher Robin pierde la conciencia y en su subconsciente es absorbido gráficamente por el efelante. Es más, la trampa contra efelantes en la que cae, aparta esta enajenación de él, ya que una vez atrapado en ese lugar no se puede dedicar a nada, solo se tiene a sí mismo.


A todo esto, además de la rutinaria carga laboral, la cinta inicia planteando un problema laboral: la empresa pasa por una crisis debido a que no hay muchos compradores, no hay viajantes en Inglaterra acabada la Segunda Gran Guerra, obvio. Así que ponen en manos de Christopher Robin la meta a cumplir: reducir el 20 % de sus gastos, a como dé lugar. Si es que ello no se obtiene reduciendo costos de materiales, lo deberá hacer con costos de planilla; en otras palabras, un cese colectivo.


Al parecer no hay sindicato dentro de la empresa, porque en ningún momento hay una exposición sobre el desbalance económico por el que pasa la empresa a los trabajadores, y porque la decisión pensaba tomarse sin necesidad de consulta alguna con los representantes de los trabajadores afectados. Tal situación no se podía tomar a la ligera, dado que la empresa no solo necesita declararse en crisis para actuar. Aquí se podría apreciar también el avance que se ha tenido por la restricción del poder del empleador para la toma de decisiones que involucre directamente a sus trabajadores.


En el caso peruano, la terminación colectiva de contratos está regulado en el artículo 46° del D.S. N° 003-97-TR, el motivo sería el inciso b), por “motivos económicos, tecnológicos, estructurales o análogos”. Para ello también es de complemento el artículo 48° de la misma norma, en la que se especifica que la empresa brindará la información necesaria a los trabajadores afectados y procederá a dar el trámite respectivo a la Autoridad Administrativa de Trabajo; en el transcurso, la empresa debe llegar a acuerdos con los trabajadores afectados (de no existir organización sindical) sobre la terminación de contratos o medidas que ayuden a mitigar o eliminar el cese colectivo. Solo en este supuesto se pudo haber llegado a la decisión que tuvo Chistopher Robin: incentivar el ocio. Mandando de vacaciones a todos los trabajadores de la empresa para incentivar los viajes y el consumo de equipajes, incrementando las ventas de la empresa. Hasta ese entonces el público objetivo de la empresa eran las clases altas, ahora más bien, apuntan a un público más numeroso como la clase media.


Al final de la película, el personaje no acaba con la enajenación de su trabajo, pero sí se da cuenta de su rol de alienación en perjuicio de su vida familiar y espiritual y decide reorganizar de su trabajo y limitar el rol de ajenidad de este; dejando una gran enseñanza de la mano de Winnie Pooh, y es que el mejor día de la semana es el hoy. Sin lugar a duda.

Conclusiones:

  • El trabajo es una actividad innata del ser humano. El trabajo realizado por el ser humano no solo comprende a las 8 horas en las que se pone a disposición su fuerza de trabajo hacia el empleador, sino también comprende el resto del día: el tiempo de calidad con nuestras familias, personas amadas, eso también es trabajo. Tomar conciencia de la enajenación es el primer paro para limitarlo, siendo el paso posterior poner nuestro trabajo a nuestro desarrollo familiar y espiritual.
  • La película hace una invitación a reorganizar el trabajo en nuestra vida, limitando la presencia del trabajo enajenado y disponiendo de nuestro tiempo en libertad, al desarrollo de uno mismo en otros planos.
  • Se entiende por trabajo errónea y exclusivamente al trabajo enajenado, enmarcado dentro de la concepción clásica: subordinado, a cuenta de otro, productivo, sea se ponga disposición de un tercero; o de un tercero hacia nosotros.
  • Las consecuencias de la reorganización del trabajo en ajenidad causan efectos inmediatos en la vida del trabajador: aumenta los momentos de calidad en familia, las relaciones entre los miembros de su familia fueron más sinceras, se dio calidad de vida para sí mismo, e incluso en su centro de trabajo empezó a ver al ocio como estímulo a la producción.
  • Una de las características inherente de una relación laboral es la ajenidad del trabajo. Es debido a ello que en un escenario de “crisis económica”, reducir la planilla de la empresa no puede ser la primera opción para paliar la situación de la empresa. La existencia de una organización sindical garantiza inminentemente los derechos laborales de los trabajadores en una arremetida contra ellos.
  • El apego por las mejoras de vida, siempre a futuro, lleva al trabajador a alienarse y abstraerse de su vida actual, con el cual llega a sacrificar a su familia y seres queridos, aceptando un puesto de trabajo en el que no se desarrolla, no es feliz y no crece, ni personal, ni espiritualmente.
  • El trabajo humano debe estar organizado en la comunidad no para experimentarse como una promesa alcanzable en el futuro sino también y sobre todo como la satisfacción de la necesidad en el momento presente.


_______________________


(1) Gutiérrez, G. (1990) Teología de la liberación. (sétima edición) CEP

(2) En la tradición budista, nuestra vida será plena si es que la vivimos en función de las Cuatro Nobles Verdades. La escuela del Vajrayana apoya a lidiar, con especial énfasis, la idea del desapego. Siguiendo esta escuela, debemos dejar de tomar las cosas que suceden en nuestro viaje espiritual (nuestra vida) como algo en contra o a favor nuestro. Antiguos sutras budistas animaban incluso a los monjes en formación a no evitar las situaciones negativas, puesto que si solo tenemos experiencias positivas y rehuimos a las otras, en realidad solo vivimos el 50 % de nuestra vida.

(3) Fromm, E. (2020) El arte de amar (Primera Edición). Paidós.

(4) La vida misma es una expresión del trabajo del ser humano. La disposición de nuestro tiempo por 8 horas es una expresión del trabajo para otro, luego seguimos teniendo nuestra fuerza creadora para nosotros. Erich Fromm, acuñando el término de la “separatidad” le da un nuevo enfoque a la metáfora de la expulsión del hombre del paraíso y la consiguiente formación del hombre terrenal, que no sería otra cosa que el paso del simio de su estado natural para convertirse en hombre, luego descubrir la capacidad transformadora del trabajo para sí. Ya en este estado le es imposible retornar a la naturaleza, al paraíso

(5) Al respecto, la reciente Casación N° 24496-2018-Lima, en un proceso por reposición ha establecido en qué ocasiones las afrentas a los empleadores o a la empresa son catalogados como aceptables en medio de la tensión existente en las relaciones laborales.



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